Roberto Fantuzzi: un líder gremial con alma de industria y rostro humano 

Figura clave del mundo empresarial chileno, defensor incansable de las pymes y promotor activo del emprendimiento nacional, Roberto Fantuzzi Hernández fue, por décadas, una de las voces más reconocidas y respetadas del debate económico y social del país. 

Su fallecimiento, a los 82 años de edad —recién cumplidos el pasado 18 de junio—, marca el fin de una era para ASEXMA, institución que presidió con pasión, visión y una profunda convicción de que Chile debía creer en su capacidad de producir, crear y exportar valor. 

Quienes lo conocieron destacan su cercanía, su estilo directo, su humor inconfundible y su firme vocación de servicio gremial. Fantuzzi no era un dirigente de escritorio: recorría regiones, visitaba empresas, dialogaba con autoridades, aparecía en radios comunitarias y en matinales, siempre con el mismo mensaje: Chile necesita industria con alma. 

Nacido en Santiago en 1943, de raíces italianas, Roberto heredó desde muy joven el espíritu emprendedor. Se involucró en la industria manufacturera y más tarde se convirtió en una figura clave en la articulación de políticas públicas para el sector exportador. Fue presidente de ASEXMA en distintos periodos, liderando la transformación del gremio en una voz influyente para las pequeñas y medianas empresas. 

En los años 90, se convirtió en un referente mediático, con un estilo poco convencional, cercano a la ciudadanía y alejado de la formalidad empresarial tradicional. Sus apariciones públicas mezclaban sentido del humor, claridad política y una defensa ardua del trabajo nacional. También fue impulsor de iniciativas que promovían la innovación, la inclusión de jóvenes en el mundo productivo y la descentralización del desarrollo económico. 

Fantuzzi fue más que un dirigente gremial. Fue un símbolo de la pyme chilena, del esfuerzo cotidiano, del empresario que arriesga, que innova, que sueña. Fue mentor, amigo, guía y motor de muchas trayectorias empresariales que hoy florecen gracias a su apoyo y convicción. 

Su legado perdura no solo en las páginas de la historia gremial de Chile, sino también en las personas a las que inspiró con su entusiasmo y en las causas que defendió hasta el final. Porque para Roberto, el verdadero motor del desarrollo no eran las cifras, sino las personas y sus sueños. Como él mismo decía con convicción: «Hay que meterle pasión a lo que uno hace, porque sin pasión no hay innovación, y sin innovación no hay futuro.»