Chile es un país que se caracteriza por ser desigual. La capital es muy distinta de las regiones. Una comuna o un barrio es muy distinto de otro, pero no solo por sus características geográficas, sino por sus personas, costumbres, accesos y posibilidades.
La desigualdad es profunda. De aspecto y de costumbres. No lo vemos diariamente, porque vivimos distantes del diferente. Solo nos une una bandera, un himno y en ocasiones una camiseta. Aparte de eso, no tenemos mucho en común.
Quizá ser tan distintos, podría constituir una riqueza cultural exhibible en el mundo, pero no se trata de distintas culturas; más bien se trata de diferencias en el trato, las oportunidades y los accesos. Nacer en una determinada comuna o ir a un colegio en particular, podrá marcar el destino para siempre.
Este escenario permea siempre las candidaturas políticas. En este año de elecciones veremos a muchos intentando parecer vecinos y conocedores de un territorio en particular, a pesar de no tener muchas credenciales que lo avalen. La ciudadanía por su parte resiente esto, criticando a quienes no tienen relación alguna con cierta comuna y fabrican a última hora vínculos poco creíbles.
Yo creo que debiéramos transformar debilidades en ventajas y darse el trabajo de escuchar, mirar, preguntar qué exactamente podría mejorar la calidad de vida de los vecinos de un determinado territorio.
Caminar, conocer y “adquirir calle” es un baño cultural que todo candidato debiera experimentar. Por ejemplo, nos daríamos cuenta de que, con pocos recursos y buen marketing, se podrían levantar barrios con comercio identitario y podríamos lograr que ciertos productos adquirieran el valor de una marca, bajo el alero de una marca Chile bien pensada.
El trabajo creativo serio, con una estrategia comunicacional bien pensada, objetivos comunes claros y una revaloración de lo nuestro, puede significar que la inversión no sea tan millonaria, pero logremos cambiar la realidad país y la de muchas personas que corren el riesgo de emprender y persisten a pesar de las dificultades. El camino colaborativo es la solución, pero no solo de vecinos agrupados en manifestaciones o protestas. Una asociación productiva entre comunas, municipalidades, empresas y gobiernos. Un objetivo común que tome la forma de los distintos rincones de nuestro país y nos identifique a todos. Un nuevo pacto social que muestre la riqueza de las diferencias culturales, pero al mismo tiempo, la bien inspirada unión que significa ser chilenos y nos devuelva el orgullo y respeto por las diferencias y por lo que nos une. Un trabajo pendiente que podría significar darle más sentido y contenido a la palabra Chile, mostrándole al mundo porqué somos un país diferente del resto pero parecido entre nosotros.